Enséñame,
Señor, tus caminos;
tus caminos
verdaderos,
tus caminos
desvelados y ofrecidos,
seguros,
limpios y fraternos,
tus caminos de
gracia, brisa y vida,
tus caminos
más queridos,
tus caminos de
"obligado cumplimiento",
tus caminos a
contracorriente
de lo que la
propaganda ofrece,
que se
recorren en compañía
y nos dejan a
la puerta de tu casa solariega.
Llévame por
tus avenidas de paz y justicia,
por tus
rotondas solidarias y humanas,
por tus
autopistas de libertad y dignidad,
por tus
cañadas de austeridad y pobreza,
por tus sendas
de utopía y novedad,
y si es
preciso, campo a través siguiendo tus huellas
y por la calle
real de la compasión y misericordia.
Florentino
Ulibarri
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