AYÚDAME, SEÑOR


Ayúdame a hacer silencio, Señor,
quiero escuchar tu voz.
Toma mi mano,
guíame al desierto,
para que nos encontremos a solas, Tú y yo.

Necesito contemplar tu rostro,
me hace falta sentir el calor de tu voz,
caminar juntos...
y callar, para que Tú hables.

Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida,
descubrir lo que tengo que cambiar,
afianzar lo que anda bien,
sorprenderme con lo nuevo que me pides.

Ayúdame a dejar a un lado las prisas,
las preocupaciones que llenan mi cabeza,
y barre mis dudas e inseguridades.
Quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado,
y descubrir el cambio que Tú me pides.

Me tienta la seguridad, el “saberlas todas”,
hasta el punto de no necesitarte,
porque creo tener todas las respuestas.

Me tienta el activismo:
hay que hacer, hacer y hacer,
y me olvido del silencio,
descuido la oración,
y la escucha de tu Palabra…
la dejo para cuando haya tiempo.

Me tienta la incoherencia:
hablar mucho y hacer poco.
Intento mostrar una fachada agradable,
pero dentro,
donde Tú y yo conocemos,
sé que tengo mucho que cambiar.

Me tienta ser el centro del mundo,
que los demás giren a mi alrededor,
que me sirvan, en lugar de servir.

Me tienta la idolatría: fabricarme un ídolo
con mis proyectos, mis convicciones,
mis certezas y conveniencias,
y ponerle a todo tu nombre, mi Dios.
No será el becerro de oro, pero se le parece.

Me tienta la falta de compromiso:
es más fácil pasar de largo
que bajarse del caballo y hacer de buen samaritano.
¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor,
y yo me hago el distraído!

Me tienta la falta de sensibilidad:
el no tener compasión,
acostumbrarme a que otros sufran,
y tener excusas, razones, explicaciones…
y que no tienen ningún parecido con tu Evangelio,
pero que a mí me tranquilizan.

Me tienta el separar la fe y la vida:
leer los periódicos, ver las noticias…
sin indignarme evangélicamente
por la ausencia de justicia y la falta de solidaridad.

Me asusta mirar la realidad desde las claves del Reino.
Me acecha la tentación de alejarme
de cuanto suponga compromiso,
de cuanto suponga empeñarme
por un mundo más justo y humano.
Me tienta el tener tiempo para todo
menos para lo importante.

Me tienta, Señor, el desaliento,
lo difícil que a veces se presentan las cosas.
Me tienta la desesperanza, la falta de utopía.
Me tienta el dejarlo para mañana,
cuando hay que empezar a cambiar hoy.

Me tienta creer que te escucho
cuando solamente escucho mi voz.
¡Enséñame a discernir!
Dame luz para distinguir tu rostro.
Llévame al desierto, Señor,
despójame de lo que me ata,
sacude mis certezas y pon a prueba mi amor.

Para empezar de nuevo,
humilde, sencillo y con fuerza,
dame tu Espíritu bueno
que renueva, desde la raíz, todas las cosas.

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